Únicas en su especie: Saberes Pacíficos y las adultas mayores del Oriente de Cali

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Por Daniella Chico

Equipo de Comunicaciones

Cuando pensamos en inequidad o abandono, existen muchas y muy diversas imágenes de cómo estos dos males se manifiestan. Nuestro país, un proyecto casi inviable en muchos sentidos, nos proporciona vistas privilegiadas a  lo que ya se nos ha vuelto paisaje: la lucha constante de los más vulnerables por el reconocimiento de su existencia y sus necesidades.

En el Oriente de Cali, más específicamente en la Comuna 21 del Distrito de Aguablanca, es donde se sitúa el comienzo de nuestra historia. En un lugar al que Cali se ha acostumbrado a dar la espalda, se ha forjado una ciudad que, a su propio ritmo y en sus propios modos, se las ha ingeniado para crecer.

Esta zona de Cali es todo lo que nos podemos imaginar de la marginalidad: una ciudad dentro de otra ciudad, a las orillas de numerosos cuerpos de agua contaminados, a la par de casas y edificios de no más de cinco pisos, construidos casi que de manera palafítica, constituyendo una hermosa metáfora de los asentamientos acuáticos que la guerra en Colombia ha vuelto inhabitables. Pareciera que incluso en la forma que el territorio ha tomado, existe esa añoranza por el pasado y por aquello que se les ha arrebatado a los numerosos desplazados por la violencia, muchos de los cuales se asentaron en esta parte de la capital del Valle del Cauca en busca de una mejor vida.

Potrero Grande, uno de los barrios más conocidos y densamente poblados en la Comuna 21 de Santiago de Cali, fue fundado en 2006 con el fin de reubicar familias en condiciones de extrema pobreza, muchas de ellas provenientes de departamentos del pacifico colombiano como Nariño, Chocó, Cauca y, por supuesto, Valle del Cauca. A pesar de los esfuerzos que se han llevado a cabo en cuanto a políticas públicas y la labor del gobierno local en la asignación de predios para las familias afectadas, aún persisten las fronteras invisibles, los homicidios, la pobreza y la exclusión social, con un especial impacto en la población femenina mayor de 60 años. Se ha identificado, por medio de organizaciones de intervención social como el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico,que las personas mayores de la comuna y especialmente de este sector, enfrentan múltiples vulnerabilidades: insatisfacción de necesidades básicas, acceso limitado a servicios sociales y pérdida de espacios de transmisión de saberes intergeneracionales. Factores como la desintegración familiar y la ruptura de vínculos comunitarios incrementan la soledad y el abandono. Además, las intervenciones institucionales en el territorio priorizan la atención a niños y jóvenes, dejando un vacío de acciones desde la institucionalidad para promover su bienestar, su participación política, el autoreconocimiento de las mismas como sujetos de derechos y su acceso a espacios educativos o de juntanza que les permitan vivir una vejez digna y feliz.

Sumado a las generalidades ya mencionadas, la violencia de género agrava el panorama de las adultas mayores en el Oriente de Cali; solo entre enero y octubre de 2023, los casos de violencia intrafamiliar en la ciudad aumentaron un 25% y los de violencia sexual un 18%. El 82% de las víctimas son mujeres, principalmente en el oriente de la ciudad. El barrio Potrero Grande tiene altas tasas de desempleo femenino (que alcanzan en algunos casos el 22,1%), reafirmando que la Comuna 21, lastimosamente, contribuye en gran medida al panorama de la inequidad social y el acceso a mejores condiciones de vida para las mujeres adultas mayores. En 2024, los casos de violencia intrafamiliar aumentaron un 39%, con las mujeres representando el 71% de las víctimas, incluyendo a aquellas mayores de 60 años.

Las condiciones de pobreza, tanto en Potrero Grande como en el resto de la Comuna 21, son generalizadas: el 92,6% de la población de la comuna se encuentra en situación de vulnerabilidad económica, según el SISBÉN (en un censo general realizado en 2023). En 2022, se registraron 1.199 personas con discapacidad, de las cuales el 70,81% son adultos mayores tanto hombres como mujeres, anotando que las discapacidades más comunes incluyen movilidad reducida (35,76%), visual (15,04%) y cognitiva (13,37%), relacionadas principalmente con enfermedades generales, envejecimiento y accidentes. Esta realidad hace que muchas personas mayores sean altamente dependientes, dificultando su acceso a la empleabilidad y en general, a derechos fundamentales como vivienda digna, salud de calidad y servicios de asistencia psicosocial.

A la luz de tantas cifras, hechos y situaciones que son del conocimiento de las entidades territoriales, uno se pregunta ¿por dónde se empieza? ¿de verdad hay algo que podamos hacer como ciudadanos del común? La respuesta es más alentadora que el paisaje: si hay mucho que hacer y de eso, justamente, venimos a hablar.

Somos Pacífico, como centro de desarrollo comunitario y organismo territorial existente desde hace 13 años en Potrero Grande, cuenta con un modelo de intervención social validado por sus benefactores del sector público, privado y gubernamental; desde allí se adelanta, desde hace más de tres años, la iniciativa Saberes Pacíficos. Este proyecto, que por medio de la educación en derechos, la recuperación y puesta en valor de las expresiones culturales gastronómicas, dancísticas, musicales y patrimoniales, así como la creación de espacios de encuentro intergeneracionales para la memoria y la juntanza, impacta directa e indirectamente a más de 250 mujeres adultas mayores no sólo de la Comuna 21 sino también de las comunas 14 y 15 del Oriente de Cali. Las beneficiarias de este proyecto son en su mayoría mujeres cabezas de hogar, muchas de ellas afrodescendientes, con trayectorias de vida marcadas por la resiliencia y la resignificación de sus existencias lejos de sus pueblos natales. Muchas de ellas han vivido diversas violencias como la económica, a la vez que por la falta de recursos e inversión social, han enfrentado dificultades para acceder a espacios de formación y recreación.

En este momento tan álgido y gozoso de la historia, de esta historia de victoria para las mujeres cuyas vidas se han llenado de amistades, de propósitos y de emociones nuevas, reconocemos el camino que hemos recorrido, así como la necesidad de comunicar, a través de nuevos instrumentos, como las vidas de nuestras beneficiarias han sido tocadas de manera positiva por los esfuerzos que se llevan a cabo, tanto por las organizaciones como por los individuos que aportan su fuerza de trabajo, energía e ideas en la sostenibilidad, ejecución e impacto medible que se quiere lograr. Más que adherirnos al discurso de la igualdad, nos inclinamos más (desde la perspectiva de esta autora y de quienes trabajan para que Saberes Pacíficos sea una realidad) a hablar de equidad; preferimos reconocer que no todos necesitamos lo mismo, que en las diversas necesidades que esta población posee, existen hilos comunes, lugares de enunciación y liderazgos que deben y merecen ser reconocidos para avanzar, al tiempo que existen muchas formas de sanar el tejido social roto; sabemos que, pese a la aplastante conciencia que hay sobre los problemas, nos levantamos todos los días con recuerdos que calientan el corazón, con la imagen de nuestras mayoras que se engalanan y adornan, orgullosas, con sus bailes, sus sabores y sus experiencias.

Lo que se ha vivido, hasta el momento, ha sido el presenciar cómo las abuelas, las madres, las parteras, las cantoras y las artistas, están contemplando la vida con nuevos ojos; más allá de brindar espacios de formación artística y escenarios para su expresión, también se ha brindado apoyo a emprendimientos e ideas de consecución de recursos que nos ponen un paso adelante en el fomento de la independencia económica de estas mujeres, por medio de talleres en asesoramiento y construcción de marca, desarrollo de habilidades comerciales y fortalecimiento de las iniciativas económicas de nuestra población beneficiaria. Saberes Pacíficos también ha sabido constituirse como una plataforma importante para la empleabilidad y el acceso a ferias de emprendimiento, espacios de capacitación en alianza con otras organizaciones y el acceso a conocimientos fundamentales para mejorar la calidad de vida de la población impactada.

El balance general del proyecto, hasta el momento, ha dejado una estela de experiencias positivas de empoderamiento: más de 15 proyectos de marcas que nacen de este acompañamiento en emprendimiento ya se encuentran en fases productivas y de consolidación de procesos. Vemos con nuestros ojos un empoderamiento real que le ha dado una nueva cara al territorio y que nos llena de fuerza para seguir día a día y hombro a hombro persiguiendo el impacto soñado.

Si hablamos por el lado de las artes, los grupos representativos de teatro, de música y de danza, han tenido apariciones y circulaciones en la agenda cultural del Oriente de Cali y de la ciudad en general, en espacios tan diversos como el Boulevard del Oriente y la COP 16, entre muchos otros espacios que vendrán en este 2025.

Respecto a la memoria, a la educación en derechos y a la unión entre generaciones que también hacen parte del proyecto, se han llevado a cabo (en 2024), más de tres espacios de juntanza masiva entre todas las participantes de los distintos componentes del proyecto, entre exposiciones artísticas, espacios de juegos tradicionales, grupos de debates en torno a la mujer adulta mayor como sujeto político y, próximamente, ejercicios de archivo y memoria que pasarán a constituir el archivo histórico del Oriente de Cali, pero contado por sus mujeres. Consideramos a nuestras beneficiarias y amigas como guardianas de la memoria, no sólo de sus familias sino de sus pueblos; el paso lógico, para nosotros, es propiciar que estas experiencias, vivencias y recuerdos, sean accesibles para todos y todas, así como que perduren en el tiempo y nos hablen de la ciudad que nuestras mayoras vivieron, como la recuerdan y cómo la cuentan.

El tiempo nos está llevando hacia adelante, y aunque tenemos a nuestra espalda una década y algo más de historia en el territorio, lo cierto es que como organización, como ente productor de contenidos y experiencias, estamos descubriendo cómo narrar y honrar estos procesos, así como a las mujeres que los conforman. Nos estamos preguntando cómo desafiamos al lenguaje periodístico, ese que por tanto tiempo usó a la miseria como un botón de llamado a la acción. Nos estamos reconstruyendo y reconocemos que, pese a estar en el juego durante años, estamos en el momento preciso de tomar nuevas fuerzas y permitir que sean ellas, mujeres únicas en su especie, las que nos cuenten como ahora tomaron las riendas de sus canas y no permiten que la vida solo les pase por el frente.

En eso estamos, descubriendo lo que viene a continuación y como le mostramos al mundo este cuasi-secreto, este pedazo de paraíso que las adultas mayores del Oriente de Cali están construyendo, eso sí, en sus propios términos y con sus propias manos.

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