En el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico, hay una energía que se siente desde la
entrada: una fuerza suave, constante, poderosa. Son las mujeres. Ellas están en cada
rincón, en cada melodía, en cada trazo, en cada historia que se teje día a día en este
espacio de encuentro y transformación.
A cualquier hora del día, al llegar al Tecnocentro, se pueden ver grupos de mujeres
sentadas en el murito de afuera, esperando a sus compañeras para iniciar las clases de
música folclórica. Algunas organizan sus instrumentos mientras otras se preparan para subir
al segundo piso, donde las esperan los talleres de danza, artes plásticas o tecnología.
Son las mismas que luego, bajo el eco de los tambores, sonríen con complicidad mientras
se alinean en el salón, buscando la armonía del movimiento que recuerda sus raíces, las del
Pacífico colombiano.
Más adentro, en el salón de arte, hay manos que hablan: unas con pinceles manchados de
color, otras con agujas e hilos que entrelazan memorias. Allí, una maestra guía con
paciencia y ternura; se asombra con cada creación, con cada gesto que convierte la
experiencia en obra. No solo enseña técnicas, sino también la certeza de que el arte es un
territorio donde las mujeres del oriente siembran libertad.
En las mesas de la terraza, el arte se mezcla con la vida. Se oyen risas, a veces carcajadas
que aguan el ojo, confidencias y sueños compartidos: las conversaciones giran en torno a
los hijos, los proyectos, los recuerdos de infancia o los sueños. A esa hora, cuando el
almuerzo se cruza con los primeros acordes de danza urbana, el Tecnocentro vibra en una
sinfonía de música, chaclas en el corredor y esperanza.
En la sala de tecnología creativa, unas niñas —aún con timidez, pero con la mirada
encendida— programan videojuegos, diseñan ilustraciones o imaginan mundos nuevos
llenos de píxeles y colores. Allí también se siembra el futuro: el de una generación que
entiende la tecnología como herramienta de expresión, justicia y creación colectiva.
Y están las mujeres que sostienen el corazón de este lugar.
Las que limpian los espacios, cuidando cada detalle como si fuera propio.
Las que registran con sus cámaras los momentos que se convierten en memoria.
Las que teclean proyectos, gestionan recursos y tejen redes para que los procesos crezcan.
Las que acompañan con pedagogía, psicología y escucha a las niñas o jovencitas del
territorio llegan en busca de oportunidades y encuentran calma.
Las emprendedoras que fritan, bordan o cocinan, y con ello no solo construyen sustento,
sino comunidad.
Todas ellas —mujeres de distintas edades, historias y territorios— se encuentran en este
oriente de Cali para moverlo con su talento y su pasión.
Con cada nota, cada paso de baile, cada trazo y cada idea digital, están transformando la
cultura, fortaleciendo el tejido social y construyendo paz desde el arte.
Porque en Somos Pacífico, las mujeres no solo participan: lideran, crean, inspiran y
mueven el oriente.

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Las mujeres mueven el Oriente
En el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico, hay una energía que se siente desde laentrada: una fuerza suave, constante, poderosa. Son las mujeres. Ellas están en






































































